La escritura es el complemento del lenguaje hablado y el auxiliar más poderoso en la obra de formación y desenvolvimiento histórico (García Ayuso)  
 

Antes del año 3000 a.C., en las orillas de los ríos Tigris y Eúfrates (Mesopotamia), se asentaban poblaciones de campesinos, que vivían de su agricultura y ganadería en las tierras tranquilas de Acad y Sumer.

De este modo de vida, surgió la necesidad de llevar una contabilidad de las cabezas de ganado y de los productos de la agricultura, estadillo que se llevaba a cabo en los templos.

Así, en el templo Sumerio de Uruk, se encontraron las primeras inscripciones hasta ahora conocidas. Nace la escritura.  

Origen de la escritura     

Escritura cuneiforme. Origen de la escritura

 Tablilla de arcilla (Uruk) 

Además de  la llevanza de la contabilidad, algunas de estas tablillas referían a  la organización social del pueblo Sumerio. Gracias a estas inscripciones, podemos saber, por ejemplo, que en la comunidad religiosa de Lagash había 18 panaderos, 31 cerveceros, 7 esclavos, 1 herrero…  

 Gudea sentado 

Gudea fue rey de Lagash a finales del tercer milenio antes de Cristo. Se le representaba en estatuillas bien sentado o bien de pie. En ésta, podemos ver al rey  esculpido en piedra de diorita, en posición sedente y llevando grabada en sus faldas una oración con signos cuneiformes.  

Los orígenes de la escritura hoy conocida pueden establecerse en cinco diferentes, según Lenormant: la escritura cuneiforme, los jeroglíficos egipcios, la escritura china, los jeroglíficos mexicanos  y la escritura maya del Yucatán. No obstante, todas ellas, parten de un nacimiento pictográfico, evolucionando después al fonetismo y alcanzando al fin  ramificaciones alfabéticas diversas. 

Las primeras escrituras. Los pictogramas

Las primeras escrituras, las pictográficas, consistían en dibujos que representaban objetos, de modo que cada signo representaba una palabra.

Por necesidades del lenguaje, los pictogramas evolucionaron a ideogramas: había palabras que no podían representarse únicamente con un objeto, así que éstas comenzaron a representarse con objetos asociados a ellas o que recordaban a ellas, de modo que una palabra se representaba con varios signos alegóricos.

Por ejemplo, en algunos jeroglíficos egipcios  se han encontrado dos ojos para representar la acción de ver, un ternero en carrera hacia el agua para significar sed, una estrella para la noche, y un sol para el día.

La combinación de estos símbolos fue evolucionando y poco a poco se pudo llegar a expresar un mayor número de ideas. 

El salto hacia el fonetismo

El paso siguiente fue el fonetismo: dar a cada signo ideográfico el valor fonético de la primera sílaba de la palabra  que representaba.

Esto no sólo surgió en los jeroglíficos egipcios sino también en la escritura maya, donde encontramos el nombre del cuarto rey de México, Itzcohualt, escrito con el dibujo de cinco flechas en obsidiana (itzli) y de una serpiente (cohualt). Y en los jeroglíficos egipcios encontramos ejemplos como la figura de un león (labo) para representar la letra l, el círculo de un ojo era la o, y el dibujo de un  águila (ahom) nos daba la a. A este sistema fonético tan representativo se le llamó acrológico

Deducir que del fonetismo derivó el sistema alfabético no resulta ya difícil. Se trataba de simplificar cada vez más, y de evitar ambigüedades, lo que dio lugar a la asignación de un valor fonético para cada sílaba primero (lo que se llamó “silabario”) y después para cada una de las letras de la palabra. Así nació el alfabeto.  

Tablilla cuneiforme. Origen de la escritura

La escritura cuneiforme

La escritura en tablillas de arcilla, la primera de la que se tiene conocimiento, era llamada “cuneiforme” por la ejecución de sus signos en forma de cuña (cuneum).

Procedente del sur de Mesopotamia, se dice que fue inventada por los Sumerios, heredada de éstos por los Acadios, y difundida por ambos pueblos por toda Asia Menor, Siria, Persia, llegando a ser incluso la escritura utilizada en los documentos diplomáticos del imperio egipcio. 

Los símbolos cuneiformes evolucionaron desde el pictograma, pasando por el ideograma, hacia el silabario, pero nunca se llegó a formar un alfabeto, estadio que sólo consiguieron las escrituras ugras y la persa antigua. 

Los escritos cuneiformes se realizaban en tablillas, principalmente de arcilla fresca, pero también se han encontrado inscripciones en piedra e incluso en metales.

No se tiene constancia materia del instrumental utilizado para fijar los signos en las tablillas, pero se cree que los punzones estaban hechos con cañas o con madera y que eran de tres clases: uno triangular para formar las cuñas, otro de punta hueca para hacer los clavos y un tercero de punta redonda para marcar cifras.  

La primitiva escritura cuneiforme se realizaba de arriba a abajo, pero posteriormente rotó 90 grados y se convirtió en una dirección de izquierda a derecha. Como hemos dicho, los acadios heredaron éste sistema de los sumerios y, obviamente, al hacerlo propio, lo modificaron dando lugar a varias lecturas de una misma escritura cuneiforme y, por lo tanto, a problemas de transcripción. 

Los primeros descubrimientos de escrituras cuneiformes tuvieron lugar en las ruinas de la ciudad de Persépolis (hoy Irán), pero esos investigadores jamás sospecharon el significado de las cuñas.

Fue en el año 1621 cuando Pietro della Valle, un viajero italiano, dio cuenta de una inscripción de 413 líneas, hallada en una pared en las montañas de Behistun (oeste de Persia). En 1674, Jean Chardin agrupó algunos signos cuneiformes y descubrió que las inscripciones se componían de series de tres formas paralelas.  

Así, el desciframiento de los signos en la montaña de Behistun fue en continuo progreso, hasta que Carter Niebuhr descubrió que las tres formas paralelas que veía ante sí, no era más que un mismo texto escrito en tres tipos de escrituras diferentes, aunque por el momento desconocidas, y en 1777 publicó la auténtica transcripción de la roca de Behistun: Se trataba de la inscripción trilingüe de Darío I, Rey de Persia, escrita en caracteres cuneiformes de tres idiomas: persa, elamita y babilonio.  

Las tablillas cuneiformes estaban escritas por las dos caras. Solían dividirse en columnas, o en líneas con trazos verticales u horizontales.

Esta hazaña facilitó el trabajo de transcripción de otros investigadores que, sucesivamente fueron descifrando el significado de los signos, principalmente los de la lengua persa, la más sencilla de las escrituras cuneiformes. 

El texto más antiguo en lengua persa (lengua tipo III) podría ser una inscripción  de Ciro el Grande en Pasargada, y el texto más reciente el de Artajerjes en Persépolis.

Esta escritura constaba de 36 caracteres. No así la elamita (lengua tipo II), mucho más compleja,  que contiene 96 signos silábicos, 16 ideogramas y 5 determinativos, para cuyo desciframiento no se pudo tener apoyo en ninguna otra lengua conocida.

El sistema babilónico (lengua tipo I), por el contrario, pudo apoyarse en los dialectos semíticos para su traducción; aún más, se sabe que el babilonio se escribía en cuneiforme ya 2.000 años antes de la inscripción de la roca de Behistun. 

Las transcripciones de la escritura cuneiforme nos han dado cuenta de todo lo que hoy conocemos sobre Asiria, Babilonia y el antiguo Oriente Próximo.  

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Sandra Cerro

Grafóloga y Perito calígrafo

sandracerro.com

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Origen de la escritura. La escritura cuneiforme
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Origen de la escritura. La escritura cuneiforme
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Origen de la escritura y del alfabeto. Historia de la escritura. Las tablillas cuneiformes.
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