Mariano José de Larra es uno de los grandes exponentes del Romanticismo español, no sólo porque supo vivir su tiempo con toda su idiosincrasia y marcar su estilo propio e inconfundible, sino también porque murió joven, víctima de un suicidio pasional. No podía ser de otra manera para cumplir con los cánones del “buen” romántico, y haciendo de sí mismo un mito.

Fue periodista, escritor satírico y costumbrista, de verbo sarcástico y agudo. Vivió de cerca y con intensidad las circunstancias políticas de su tiempo. Fue un constante inconformista y alardeó de serlo a través de sus escritos. Sus amores turbulentos con Dolores Armijo, mientras estaba casado con otra mujer, pusieron al límite su frágil cordura.

Larra autógrafo

Autógrafo de Larra. Album de la señorita Goyena, Museo del Romanticismo (Madrid)

La escritura de Mariano José de Larra es un espejo más que fiel del espíritu del Romanticismo, con toda su realidad, incluidos sus tópicos.

– El grado de inclinación de la escritura se escapa con creces del eje y la invita a tumbarse. A la inclinación se suma el impulso de las jambas progresivas, sobre todo en la letra “p”. Y allá van todas sus letras, impetuosas como su autor, irreflexivas, casi imprudentes, sin mirar atrás sino sólo hacia el horizonte sin límites, desbordando sentimientos y desbocando las pasiones. Allá va el espíritu decidido y valiente, insensato y descarado, vehemente y pasional, casi temerario.

– La forma es esbelta, estética, cuidada en el estilo –más tratándose de una dedicatoria en un álbum-.

– El tamaño es normal, con tendencia al ligero sobrealzado del cuerpo central y con mayúsculas bien proporcionadas. Esto nos habla del carisma del romántico, del espíritu heroico del hombre de la época, que lleva la libertad por bandera y como insignia al corazón.

– Las palabras son extendidas y sus letras abiertas, delatando al individuo campante, campechano, hablador, social, amante de las buenas conversaciones en gratas compañías.

– La escritura es ágil, fluida, suelta y retrata con ello al pensamiento improvisador, rico en ideas, rápido en respuestas, ocurrente y sabio.

– La dirección del renglón es flexible, con alguna que otra cabriola imbricada, digna del espíritu entusiasta, inquieto y apasionado que la escribe.

– En proporción a las hampas, las jambas son más largas, más profundas, inspiradas por la líbido y el impulso hacia el goce de los instintos.

– Destaca la puntuación en altura, esas tildes, los barrados de la “t” y los puntos de las “ies” sobrevolando en mucho la altura del palote, síntoma del idealismo utópico tan característico de los románticos. Y así es y aquí está Larra, despegando los pies de la tierra y volando más allá de los límites de la realidad, hacia lo imposible, hacia lo inefable.

 

El 13 de febrero de 1837 su amante, Dolores Armijo, le comunicó su intención de abandonarle. Su respuesta, nada más salir ella por la puerta, fue un tiro en la sien. Había así de morir un romántico auténtico como lo era Larra. En su multitudinario entierro, un joven frágil y pálido destacó entre los presentes leyendo unos emocionados versos en su honor. Aquél joven poeta novel se llamaba José Zorrilla.

 

Duerme en paz en la tumba solitaria
donde no llegue a tu cegado oído
más que la triste y funeral plegaria
que otro poeta cantará por ti.
Ésta será una ofrenda de cariño
más grata, sí, que la oración de un hombre,
pura como la lágrima de un niño,
¡memoria del poeta que perdí!

 

Sandra Mª Cerro

Grafóloga y perito calígrafo – www.sandracerro.com

 

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