Señor, porque sé que habréis placer de la gran victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, vos escribo ésta, por la cual sabréis como en 33 días pasé de las islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina nuestros señores me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente sin número; y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho”

Para interpretar la escritura de Cristóbal Colón, es preciso encuadrarla dentro del modelo caligráfico de la época. Se trata de una escritura gótica cortesana, cuya pauta-modelo se caracterizaba por la profusión de abreviaturas y textos condensados entre palabras y entre renglones. En las cartas de la época se procuraba concisión, sin dificultar del todo la lectura, pero favoreciendo el ahorro del papel y de la tinta, que resultaban sumamente costosos.

La escritura de Colón sorprende por su espaciamiento, en beneficio de la claridad del texto, así como por la ausencia de borrones ni tachaduras, que procuran un texto limpio, espontáneo, escrito de pleno tirón, sin titubeo alguno. Se desvela así una persona inteligente, con pensamiento despierto y agilidad mental, con sagacidad y una potente mentalidad estratégica. A la hora de comunicar, sabía mostrarse conciso, directo y vehemente en la expresión de sus criterios, con las ideas claras, y con una fachada sencilla y sin dobleces.

El Colón que reflejan sus autógrafos se encuentra lejos del personaje carismático y ambicioso, que algunas de sus biografías pretenden retratar. Su escritura nos pinta a un soñador entusiasta, pero moderado, capaz de poner freno a sus pasiones, y poco dado a acometer temeridades sin haber sopesado previamente las consecuencias, ya fuesen para bien o para mal.

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Carta de Cristóbal Colón a su hijo, fechada el 29 de abril de 1498 (Autógrafo propiedad de la Casa de Alba)

El dinamismo y la soltura que reflejan sus grafismos, y que nos hablan de un ser inquieto, amante de la actividad incesante, se equilibra con la prudencia y el control emocional de una escritura vertical, nunca estática pero controlada. Esto nos habla de una persona visionaria, ciertamente idealista, con el objetivo claro y tenacidad más que suficiente para lanzarse a lograrlo, pero, sin embargo, también reflexiva y meticulosa antes de enfrentarse a la acción.

Aunque es capaz de medir y controlar sus impulsos, como se ha comentado, los rasgos fugados que se pueden observar en algunas letras, así como las líneas que rubrican la firma de “El Almirante”, están indicando una clara orientación hacia el logro de metas.

Destacan en Cristóbal Colón su potente intuición, su capacidad de observación y de análisis, así como sus notables sentido práctico y de método. Era un ser puntilloso, que precisaba tener todos los cabos bien atados –en todos los sentidos de la expresión -, antes de tomar decisiones o enfrentar proyectos.

La pureza de las formas del grafismo da cuenta de una personalidad sencilla, muy práctica, poco dada a la ostentación, que iba a lo esencial de las cosas, sin perderse en detalles banales ni superficiales.

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Carta de Cristóbal Colón a su hijo Diego, fechada en 1501. Archivo General de Indias, Sevilla

La personalidad del almirante destaca también por poseer una extraordinaria capacidad de adaptación. Si bien manteniendo un tanto las distancias a la hora de relacionarse, la vehemencia y afabilidad en el trato, sumando su apariencia sencilla, le permitían relacionarse con naturalidad en todo tipo de estratos. Eso sí, cuando se trataba de exponer sus criterios, podría resultar un tanto inflexible y contundente. Era poco amigo de ser contrariado, y podía mostrarse tozudo e intransigente con quien se opusiese a sus ideas y propósitos, aunque sin perder en ningún caso los estribos.

La perenne vibración de su grafía es reveladora de una personalidad sensible y capaz de emocionarse con facilidad.

A nivel afectivo y social, Colón era un ser introvertido, inquieto de carácter pero apocado a la hora de establecer relaciones sociales. Sabía mantener las distancias, quizás por cierta desconfianza hacia los demás. Su inquietud natural no le impedía tener un carácter calmado, espontáneo pero previsible, sin desafortunados golpes de genio o giros de temperamento inesperados. Era una persona que sabía ganarse la confianza de los otros, a la que se veía venir de frente.

 (Madrid, Octubre 2015)

 

Sandra Mª Cerro – Grafóloga y perito calígrafo

Centro de Grafología Sandra Cerro

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